Logo literatura Clemente Riedemann


Dibujo C. Riedemann Riedemann es un poeta nacido el 53, originario de la bellísima ciudad de Valdivia, cuna de tantos portentos (adivinen de donde provengo). Clemente Riedemann vivió buena parte de lo que lleva de vida en Valdivia, y la última vez que supe vivía en Puerto Montt. En 1990 ganó el premio Pablo Neruda. Ha publicado dos libros, "Karra Maw'n" y "Primer arqueo"; es autor de muchas letras de canciones del dúo "Schwenke y Nilo".
La ilustración es de Roberto Arroyo... ¡mis disculpas por el copyright!



Los poemas aquí disponibles son:

REWIND

Siendo apenas un chicuelo
fui instruido en la vulgaridad de las reformas
en el desprecio por la revolución.

En el Kindergarten había tipos que se burlaban de mí
porque no tenía cartuchera de cuero
sino un canastillo de plástico rojo
para transportar mi sanguche de muss con nata fresca.
Uno de esos forajidos es ahora alcalde de la ciudad.

O.K. muchachos vengan a bailar.

Sufrí crisis asmáticas hasta la edad de seis.
Diez años más tarde me pescó una tebecé.
Trastornos psicosomáticos al llegar la primavera.
En diciembre debuté en la cama de una chica.
A los veinte me pusieron corriente en los cocos.

O.K. muchachos vengan a bailar.

Contemplemos reunidos los hermosos amaneceres
que en televisión han preparado para nosotros.
Si cada mañana me levanto es porque estoy cierto
que la vida me adeuda los días más felices.
Y si acaso no fuese de ese modo mi destino
me levantaría lo mismo de todas maneras.



KARRA MAW'N

[fragmento de un fragmento]

¿Son patriotas los chilenos?
Las encuestas lo señalan
como sufrido, fiestero y manirroto.
Hábiles para producir "la menor cantidad
de buenos frutos en el máximo tiempo posible"
defecto que encuentra su equilibrio
en un "fatalismo sonriente"
opuesto al de los demás pueblos andinos
cuyo fatalismo es lloroso.
En Chile la mordaza era una Ley. Y Chile tenía
una sonrisa debajo de la mordaza.



ZULEMA EN GRIS

La ventana
de mi pieza en Valparaiso
no daba al mar; nunca ví las caracolas
caer de rodillas en la playa
expulsadas por el mar, ni produje
sombra con mi mano para ver al tope
las banderas de los barcos que traían automóviles.

Chocaban con mi ojo otras ventanas
que enrojecían al anochecer y que
como flores mustias, por las mañanas se abrían
mostrándome los pechos de unas señoritas
que arrojaban orines sobre los gatos matinales
de Valparaíso.

Esos pechos eran para mí
como toda la paciencia del mundo
acumulada en los volcanes, un beso
que la vida a diario me traía, más
azules que el oceano, más intensas
que todas las batallas de la guerra
y yo amaba esos botones a partir de
las 10 A.M.

Porque esa era toda la sal que yo tenía,
el agua inmensa que aún ahora necesito.



ME LA PUSIERON FOME POR DELANTE

Me la pusieron fome y dura sobre el pupitre
con cruces ahogada bajo una capa de barniz amarillento.
En la mesa había un orificio hacia el noreste
por donde huía, enflautada, la paciencia
llevándose a rastra a aquellas reinas
de cabello seco y boca dolorida, ensoledada.
Me la entraron en pesadillas
dirigiendo corros de huérfanas
en las afueras de las cámaras de gases.
Con sentimiento de culpa me la escribieron
y nos la premiaron de puro avergonzados.
¡Ay Lucila, por que te engabrielaste!
¿Por qué, en Chile, son tan pocos
los qué se quieren como los nacen?
Me la impusieron profesora y no poeta, ovalada
en estampitas, con su Pentateuco y sus tacones
hundiéndose de a poco en lodos meridionales.
¡Cuán áspera y fea me la leyeron!
Nunca pudo viajar conmigo su equipaje.
Capitán de ríos turbios, buceador de oscuros
lagos, vagabundo en Mehuín o Carelmapu
nunca ví su rostro en la espuma de los mares,
ni sus sonetos en la arena de la tarde.
Me la ensonetaron de obituario y no la soltaron
potranca golondrina bajo la lluvia de alas rumorosas.




SHALAMANKATUN


1

Roja es aquí la tierra
y verde está en el cielo la morada
de los que pelearon y murieron.
Shalamankatun,
la escuela de la maldad vino de afuera:
vino de Espánna
con su espada y su cruz de hierro,
vino de Alemania y despues de los propios chilenos:
"Esta guerra no nos costara
sino mucho mosto y mucha música"
(Cornelio Saavedra, en carta al presidente Pérez)

Shalamankatun,
verde esta aquí la tierra
y el cielo esta rojo como un infierno.


2

"La tierra nos pertenece.
Cuando llegamos, sólo estaba el mamut
hundiéndose de a poco en los pantanos.
El pejerrey estaba solo
memorizando la luz del ventisquero.
Sólo estaba el halcon
agitando hacia el sol sus alas.
La tierra es nuestra.
Para siempre la hemos heredado
y perverso es quien nos la quiere
quitar con papeles falsos,
con barriles de chicha de manzana
o con patadas, simplemente".


3

"¿Para qué quereis la tierra?
No sabeis que hacer con ella.
Sembrais, nada más, para llenar el buche.
No planificais vuestra economía.
No haceis marketing.
Os devorais el grano destinado a la semilla.
Con el maíz elaborais bebidas espirituosas.
¿Decís que vuestros ritos son sagrados?
¿Donde están las iglesias?
¿Qué dioses son los vuestros que no les alzais ni una sóla astilla?
Y lo peor de todo:
cada varón de vuestras tribus
coge cinco o seis mujeres para sí solo".


4

"Nuestro dios es un árbol
un matapiojo
o un trueno.
Si Dios no esta allí,
Dios no existe.
Dios presencia viva in situ a cada rato.
Y no en los templos,
únicamente los domingos.
La naturaleza es nuestro templo.
Ella nos da la lluvia
viento favorable
semen fresco.
Nos da la semilla y el éxito
en el mes de febrero.
Queremos comer, no queremos
hacer dinero".


5

"Vivireis en reducciones.
Cada lonko o jefe de familia
dispondrá de un cuadrado de tierra
el que le será permitido dividir
en nuevos cuadrados
para los hijos varones al casarse.
No crezcais, no os multipliqueis en demasía
porque, como vereis, los cuadrados
se irán tornando más estrechos cada día.

Esta es palabra del Gobierno.
Posdata: muchas gracias por vuestros gloriosos
guerreros de antaño".


6

Shalamankatun, todos los brujos
juegan a la ronda
en torno a la mesa de trabajo.
Y con el trabajo se despiertan los duendes
que traban con los brujos
un ferocísimo combate
hasta que al despuntar el alba
se desvanece el influjo demoníaco
y el señor cronista queda a solas
con sus convicciones a la rastra
de rodillas soportando en las espaldas
los azotes del bastón divino.
Pero en horas de la mañana
se arrojará al Chol-Chol de bruces
y el agua helada de las reservaciones vernáculas
curará por completo las heridas de la noche.
Shalamankatun,
verde está aquí la tierra
y azul se ve en el cielo la morada
de los que peleando fallecieron.


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