La cena de Saturno

        ¿Descansar en paz?
        Cuando ya nada duela,
        dolerá el olvido.

Estuve convidado a la cena de Saturno
Un raro honor.
Aún así maldigo la tarde inacabable
En que me senté a su mesa
Sin probar bocado
Temblando y vestido de luz.

Sin parpadear
Sin decir nada
Lo vi beber torrentes
De oscura lava roja.
Copas enormes como mundos
Que quebraba y arrojaba
En remolinos de tamaños y memoria.
Todo lo cogió luego
Incluso mis regalos
Sin prisa, indiferente
En largas dentelladas silenciosas.
Lo vi devorar legiones
Espejos, leyendas
Soles muertos y carne de dioses
De la rosa de ayer, el nombre
Del mañana, los azares.

En las nieblas del salón
Los comensales, de a pares
Susurraban, o reían,
Y sentí mi soledad de viejo
Como un frío que goteaba de mi sien.

Más tarde salí a la terraza,
Un arenal sin senderos ni horizonte.
Seguí una dirección
Idéntica a las otras
Guiado entre la bruma
Por los ojos de Saturno.
Cuando se apagaron (con un guiño)
Encontré a mis pies
El rostro anciano de la Tierra
Cubierto de cenizas
De milenios en sus grietas.

Caí de rodillas y vi que estaba
Frente a los restos
De mi propia tumba
Abierta a la lluvia y la ventisca.
Contemplé mi cuerpo inerte
Envuelto en sombras, pudoroso.
Apenas se distinguían
Cicatrices y arrugas,
El cansancio
De mis años por venir.
Empecé a hundirme en el polvo
Mientras veía mi pupila
Envuelta en la bola de estiércol
De un pequeño escarabajo.

Al final caí.
Me fui apagando
Sumergido en las arenas vivas
La boca llena de infierno.
Luego abrí los ojos
Y mi paseo continuó sin pausa
Por las calles de Santiago.

Desde ese día
Que alargo, febril, hasta el presente,
Camino sin destino
Desconfiando de mis pasos
Esquivando las estaciones
Y los aniversarios.
Adivino silencio en el canto
Y noche en el amanecer;
Me cansan las semillas
Y en mis manos se deshacen las montañas.
Me sacuden los recuentos, los proyectos:
Se me clavan en el cuerpo
Manecillas de relojes
Y en mis sueños sólo hojeo calendarios.

Ahora cumplo mis tareas cotidianas
Le sonrío a una mujer o leo un libro
Pero siento ya al gusano implacable
Que entrará por las cuencas de mis ojos
Para hacer conmigo su festín.
 


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